jueves, 24 de septiembre de 2015

Día de arremeter

Jousting

Aquí estás.
Cerrá los ojos.
Apretá fuerte los puños.
No pienses: no es momento.
Hacele caso al cuerpo.
Quiere moverse, ¿sentís?
Abrí los ojos:
aquí estás.

No es que no haya nada que perder, es que no hay nada que ganar si te quedás.
Del otro lado, el enemigo es más chico que tu miedo.
Del otro lado, en el peor de los casos, te espera la nada.
No es gran cosa.
Apretá los puños.
Aquí estás.
Suerte.

martes, 15 de septiembre de 2015

Día de llegar tarde

Life ring

Esta mañana, sin razón aparente, se le ocurrió la réplica perfecta a algo que le dijeron hace treinta años.

martes, 8 de septiembre de 2015

Día de nombrar colores

Fifteen Miles Of Haze

Parece ser que hay unos tipos que desarrollaron anteojos que corrigen la visión de color de los daltónicos. Por eso de que no podemos meternos en la cabeza de otro, el video demostración se parece al de los audífonos de venta telefónica: montones de daltónicos con anteojos diciendo oh y ah. Suena emocionante, pero tal vez no sea buen negocio: ¿no se volverá uno adicto a ver lo que antes no podía? ¿Será más triste la vida sin anteojos correctores, una vez que se descubre la variedad de colores del mundo? Antes de la corrección, puede que el daltonismo no signifique una molestia mayor que la de no poder jugar a ciertos videojuegos, y algún que otro traspié a la hora de comprar ropa. Pero una vez que se ve, ¿cómo se vuelve atrás?
"¿Qué color ves?" es una preguntan invariablemente daltónicos. Y es difícil explicar que no es tan así. El daltonismo (del leve, no la ceguera de color absoluta) equivale a ir por la vida con una regla que solo tiene marcados los centímetros, mientras que los demás tienen reglas milimetradas. Muchas veces estarán de acuerdo en la medida de las cosas; pero otras, el daltónico tiene una cierta incertidumbre. Olvidan, los de las reglas milimetradas, que la medida es distinta para cada uno, solo que no se dan cuenta: el margen de error es más pequeño entre ellos, lo suficiente para meterlo sin que nadie se de cuenta dentro de los adjetivos azul, verde, turquesa. Los daltónicos, en cambio, se quedan con su medición en la mano sin saber dónde esconderla. Es un problema fisiológico, sí, pero también lingüistico.
Cuántas otras percepciones habrá que, por no tener el componente lingüístico, pasan inadvertidas. Debe haber, sin duda "daltónicos" para los olores, capaces de percibir pero no de distinguir unos de otros. Pero como nuestro vocabulario para el olfato es mucho más limitado, nadie lo nota.
Hay un tipo de "daltonismo" que asombra por lo específico e inquietante: la prosopagnosia, que es la incapacidad de reconocer rostros. Las personas con prosopagnosia te reconocerán por la voz, por el olor, por el sonido de tus pasos, pero no por tu cara. ¿Cuántos matices se pierde esa persona? ¿Compensará con percepciones inéditas para los otros mortales? ¿Cómo será el amor de un prosopagnósico? La respuesta a esa última, igual, ya la sabemos: será distinto a todos, como todos los amores son distintos. Porque, finalmente, para desgracia de los vendedores de audífonos, no podemos entrar en la mente de los demás. Y sin embargo, ahí tenemos la empatía para ayudar, mal que bien, a representarnos a esos otros para los que siempre, cada uno a su medida, seremos daltónicos.