jueves, 2 de abril de 2015

Día de nadar contra la corriente

Pero cuando siguieron andando (él no volvió a tomarla del brazo) cada uno llevaba su ramo, cada uno iba con el suyo y estaba contento.
Ómnibus - Julio Cortázar

En 1951, un señor llamado Solomon Asch hizo un experimento. Los participantes, reunidos en una sala, tenían que mirar un par de cartas. En una carta había una línea, y en la otra tres. Había que decir cual de las líneas en la carta de tres era idéntica a la línea única.
Era fácil. Solamente un 0,7% de las respuestas fue incorrecta.
Pero ahora viene el truco: del grupo que estaba respondiendo, solo una persona era sujeto del experimento. Los otros eran cómplices del experimentador, instruidos para contestar unánimemente bien o unánimamente mal. El 0,7% de error corresponde únicamente a las respuestas del sujeto del experimento cuando los cómplices respondían bien. Cuando los cómplices respondían mal, el 36,8% de las veces el sujeto dio la respuesta errónea. El 75% de los  sujetos dio al menos una respuesta errónea, y solo el 25% porciento restante se mantuvo en sus trece siempre.
El experimento se ha repetido más de una vez, con o sin variaciones. Los porcentajes varían, pero el efecto de conformidad se sigue observando.

Entiendo al 75%, del que seguramente formo parte: ir en contra de la opinión de la mayoría es la cosa más estresante del mundo. Y aunque estés seguro, la duda se te meterá en el cerebro como un gusano gris.


Dare to be different, Struy forNH3939





81 palabras de yapa

El cursor titila. El que inventó el cursor titilante, pensás, fue un genio. Esa rayita o cuadradito que aparece o desaparece es el pulso de la máquina, la señal de que está viva. Pero también es el ojo que parpadea sin párpado, la mirada implacable del esclavo que destrozará al amo si no recibe órdenes.

El cursor titila, y otra vez no sabés qué escribir. ¿Cómo termina un diálogo? Viene alguien a interrumpir, o llega el colectivo, o el silencio incómodo.

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