martes, 17 de febrero de 2015

Día de contactar alienígenas

Gametofito de Oedipodium griffithianum, por Des_Callaghan (obra propia) [CC BY-SA 4.0], via Wikimedia Commons
Si hay una palabra que quisiera imponer a toda costa, esa es "maravilloso" o su hermana sustantiva "maravilla". Supo ser una palabra de best seller, desde el "Libro de las maravillas" de Marco Polo a la consabida Alicia. Pero ha sido arrinconada en un rincón por sus enemigos: "misterio" y "secreto". Si se prohibiera el uso de esas dos, borraríamos de un saque buena cantidad de literatura y cine infantil juvenil.* De paso, llevaríamos a la bancarrota a un par de revistas de divulgación de esas supuestamente científicas, que te cuentan de "Los misterios de las pirámides" o "Los secretos del perejil". Parece que las maravillas de las pirámides o del perejil, que las tienen, no venderían tanto. Concluyo que al grueso de la gente le atrae más lo que no se sabe que lo que sí.

Yo prefiero maravillarme con las cosas que se saben. La que sigue la aprendí cuando cursé botánica y tanto entonces como cuando me toco ser ayudante en la materia, insistí con su estatus de maravilla maravillosísima.

Es así: tu ciclo de vida, querido o querida bípedo o bípeda implume o impluma, pasa en un momento por un estadío de una sola célula, haploide (o sea, con la mitad de tus cromosomas, o sea un espermatozoide o un óvulo) que se une a otra para formar un nuevo individuo diploide: otra generación. Pero los musgos y los helechos no funcionan así. En el ciclo de vida de ellos, el individuo diploide da un lugar a una célula haploide que germina y se divide hasta formar un nuevo individuo independiente, distinto del que le dio origen. Esta generación distinta es la que producirá las gametas que se unirán para formar un individuo diploide igual al que comenzó el ciclo.

Si esto parece confuso, y la forma condensada "El esporofito forma esporas que germinan y forman el gametofito" más aún, aquí va la versión antropomórfica.

Tomás y Lucía son dos humanos de generación uno. Como tales, viven libres de la ansiedad sexual, y dedican mayormente su tiempo a sus doctorados; el de Tommy sobre la influencia de Ricardo Fort en la obra de Zygmunt Bauman; el de Lu sobre la ingeniería de cañones lanzadores de tortas. Pero un día, les llega la adultez y cada uno de ellos expulsa  a su hijo: Timoteo y Linda. Ven como sus retoños desarrollan los cuatro seudópodos de rigor, cómo yerguen sus pedúnculos hasta lograr enfocar con los tres ojos, cómo aprenden a comunicarse con los patrones de manchas en la piel. Timoteo y Linda tienen una vida breve, y lo saben. En una fiesta solo para pedunculados, Timoteo y Linda se conocen y se atraen como nunca experimentaran los humanos. Se van a vivir juntos y poco después Linda queda embarazada. Da a luz a Jonás, al que prontamente entrega en adopción a una guardería humana: así de tan poco tienen en común con su descendencia.

Si no flasheaste con eso, un penúltimo intento: esta misma alternancia de generaciones se da en todas las plantas también; pero en ese caso la generación haploide queda encerrada dentro de la otra, reducida a unas pocas células.

¿No lo logre? Bien, aquí va el último: estamos hablando de que toda la vida vegetal toda la vida se parece bastante a esto:




47 palabras de yapa

Pisar la vereda es una obra maestra de la angustia: ¿cómo sé que no hay alguien bajo el puente, o bajo la escalera, agazapado, sin un policía alrededor. O peor:  ¿quién me asegura que agazapado bajo el puente, o bajo la escalera, no hay precisamente un policía?



 *"El secreto de la sirenita". Miyazaki, haceles juicio.

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